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8 lNWOt:>tJCC!óN , l!i Maestro, a la vida activa, entendida principalmente como apos– tolado así entre fieles como entre infieles. Para actuar este ideal Francisco ideó innovaciones capitales, que han llegado a consti– tuir las principales características de la regla y vida franciscanas. Este modo de concebir la vida religiosa, sobre todo en orden al apostolado, influyó a través de los siglos en la creación de nuevos Institutos religiosos y en la redacción de otras reglas. Pe– ro, mientras la vida franciscana no se limita a una única forma de apostolado, las reglas posteriores se orientan preferentemente hacia formas particulares del mismo, v. g. el cuidado de los enfermos, la educación de la juventud pobre y abandonada,. la ensefíanza, la devoción a algún misterio de la vida de Jesús o de la Virgen, dirigido a la renovación moral de la sociedad. 13 La necesidad de estas nuevas formas de apostolado preocu- pó sobre todo al siglo XVI. Precisamente por eso el Concilio Tri– dentino, liberándose de las restricciones del precedente Concilio Lateranense, tuvo a bien aprobar nuevos Institutos con sus .re– glas. Así fueron aprobados los Teatinos, fundados en 1524, los Somascos (1532) los Bernabitas (1533), los Jesuítas (1540). Más tarde los Clérigos Regulares de la Madre de Dios (1583),· los Camilos (1586), los Escolapio& (1617), los Hermanos de la Doc– trina Cristiana (1681), los Pasionistas (1725), los Redentoristas (1732) ... Ul. ORIGEN DE LA REGLA FRANCISCANA 14 S. Francisco no pensó, a raíz de su conversión, llegar a ser un reformador y mucho menos un fundador de Orde– nes religiosas. Se había puesto totalmente en las manos de Dios y por El se guiaba en todas sus cosas. Atraído por lá belleza de la vida evangélica, se había propuesto realizarla en toda su plenitud. Algunos hombres de Asís, atraídos por su predicación y aún más por su modo de vivir, esculpido en la más pura simplicidad, en la pobreza más absoluta y en un amor intenso a Jesús Crucificado, le suplicaron les permitiera seguir aquel mismo tenor de vida. A los primeros seguidores se les llamó los penitentes de Asís. Vivían una vida sencilla, como la de los Apóstoles, sin morada fija; proveían a las necesidades de la vida con el tra– bajo manual, trabajando para otros y con limosnas. Desasi– dos de toda cosa terrena, recorrían los alrededores predi– cando la penitencia, la paz, la caridad; asistían a los enfer– mos, especialmente a los leprosos y ayudabanaloslabradores en los trabajos del campo. Recibían hospitalidad en los hospitales y leproserías, o en casa de sacerdotes o personas devotas. Cuando su número hubo crecido, comenzaron a alojarse en algún lugar solitario, cercamo a la ciudad. Desde

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