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6 INTRODü'CCJON - Í, il suorum (12). También es importante la carta 211 escrita en 423 (13). Le regla que hoy poseemos ha sido entresacada de diversos escritos del Santo y redactada en el siglo XI (14). Es la regla que observan los Agustinos, Siervos de María, Dominicos, Canóni– gos Regulares de S. Agustín, Clérigos Regulares, Teatinos, Es– colapios, Barnabitas. 9 Pero el más grande legislador del monaquismo occidental de la antigüedad es sin duda alguna S. BENITO DE NURSIA (480-543). ' Su regla consta de 73 capítulos. Pero, mientras en las re– glas precedentes se daban consejos, aforismos, máximas de ca– rácter general en forma exhortativa, en ésta el Fundador da una serie de normas o preceptos precisos, específicos, minuciosos, obligatorios para el monje. Todo en ella es moderado. Él monje no puede abandonar el monasterio donde ha entrado ( stabilitas loci). Los ayunos son moderados: la oración y el trabajo deben ser las ocupaciones principales del monje, según el adagio: Ora et labora. El oficio coral ocupa el puesto de honor entre todas las otras ocupaciones. La pobreza es rigurosa y la hospitalidad muy recomendada. El Abad es el jefe de todos los monjes, elegi– do por ellos. Próximo al Abad está el Prior: cada grupo de diez monjes tiene un decano. En los primeros tiempos cada monasterio estaba unido a los otros, ya por lazos familiares hacia la casa madre o simplemente por amistad: más tarde, en mayor o menor grado, por vínculos jurídicos, hasta llegar a constituirse en verdaderas y propias Congregaciones Monásticas. 10 Un nuevo legislador, contemporáneo de S. Benito, es S. CO- LUMBANO (543-615). Escribió para los discípulos de Luxeuil y de Bobbio una regla dividida en 10 capítulos. Era rigurosísima: las culpas más insignificantes estaban castigadas con graves pe– nitencias. Exigía demasiado de la humana fragilidad, suponiendo un cuerpo de hierro y un alma con temple de héroe. Las casas de S. Columbano no eran autónomas como las de S. Benito, sino que vivían en una común dependencia del Abad de Luxeuil. La regla de S. Columbano, a causa de su rigor, no tuvo gran fortuna y fué suplantada por la de S. BENITO, más con– forme con la debilidad humana. Esta fué a su vez adaptada para los monjes de Cluny por S. ODON (924-942) (15). Entre éstos el silencio era continuo; con el tiempo llegó a introducirse un lenguaje .convencional por medio de señas. Se imponía l'a confe– sión pública de Jas culpas y la disciplina sangrienta. Se introdujo el canto de los salmos. El trabajo manual consistía preferente– mente en la transcripción de códices. Una cosa muy importante (12) PL., vol. 39, col. 1568-1574, y col. 1E74-1581. (13) PL., vol, 31, col. 958-965. 04) PL., vol. 32, col. 1377-1384. (15) Cfr. MAB!LLON, Annales O. S. B., Parisiis, 1614, v. III y V.
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