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7 8 ókJGHN HISTÓRICO 5 estudio de la Biblia. La virtud fundamental era la obediencia al Superior, el cual .era la «regla viva» de los monjes. Estaba mandada la oración así privada como en común; los monjes de– bían saberse de memoria al menos el Salterio y el Nuevo Testa– mento. Se castigaba severamente la maledicencia: el que rein– cidía en ella más de cinco veces, era considerado como un en– fermo y recluído en la enfermería. El ayuno era proporcional al trabajo.. Los monjes estaban divididos en grupos de unos 40, se– gún la clase de trabajo, el cual consistía en tejer esteras y es– puertas con juncos del Nilo y en cultivar los campos y abonar la tierra. Donnían tres en cada celda, sentados sobre esteras y cu– biertos con túnica negra sin mangas, que no se quitaban nunca, y sobre la cual llevaban una especie de cogulla de piel de cabra. No usaban sandalias. Las violaciones de la regla eran castigadas con ayunos y azotes. Cada monasterio estaba rodeado de altos muros y gobernado por un Abad o Archimandrita (9). Pero ésta, más que una regla, era un diseíio, un conjunto de amonestaciones útiles para la vida espiritu~I. El verdadero legislador del monaquÍsm6'oriental fué S. BA– SILIO el Grande (330-379). Desptiés de haber visitado los grandes monaste•rios de Egipto, de Siria y de Mesopotamia, dis– tribuidos sus bienes. a los pobres, se retiró al desierto, junto a las riberas del Iris, donde bien prnnto se le juntaron algunos cristianos fervorosos que aspiraban a la perfección evangélica. El santo los organizó según el régimen cenobítico de S. Pacomio, pero en comunidades mucho menos numerosas, ordenando con gran sabiduría su modo de vida y dándoles una sólida dirección moral y ascética, al prfocipio mediante las Grandes Reglas y más tarde con las Pequeñas Reglas (10). Gamo S. Pacomio, S. Basilio junta el estudio con la oración y el trabajo manual: los ayunos no son excesivamente rigurosos. La influencia ejercida por el Santo sobre todo el monaquis– mo oriental fué poderosa. Aún hoy observan su regla monjes orientales y Carmelitas. Otro legislador de la vida religiosa en forma cenobítica fué S. AGUSTIN (354-430). Desconocemos la regla precisa que observaron sus monjes y sólo poseemos algunos elementos esen– ciales en dos sermones suyos De vita et moribus clericomm (9) P. LADEUZE, Etude ~,,,. le cénobisme paklwmíen, Louvain 1898, p. 274-305; L. T, LE– FORT, La Regle de S. Pachome, Museon 1924, p, 1·18; S. Pachomií re¡J11lae monastícae, Albers 1923; 800N, Pacltomía110 latina, Louvain ]923; TODESCO, o. c., p. 139. Su in– mediato sucesor TEODORO (m. 368) escribió Doctt-ina de ínstitutfone monacho,·um en 56 capítulos, donde da cotisejoR adecuados a la vida c0nobítica; insiste sobre todo en la pobreza reiigiosa y el desapef¡O de las riquezas, Cf. PG. vol. 40, col. 860-894. (to) Las Grandes Reglas se compusieron hacia el 360; no son un código momístico ,propia 0 mente dicho, sino un conjunto de 55 diálogos sobre puntos del.a vida religiosa, tomados de la Biblia; PG. vol. 31, col. 8~9-!052. Las Pequeñas Reglas sou, como tas precedentes, respuestas más breves y una especie de casos de conciencia sobre la vida religiosa. PG., vol. 31, col. 1051-1306. (11) Aprobada primero por .el episcopado oriental y más tarde por EUGENIO IV con la Const. Jnter cuneta.
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