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4 INTRODUCCION - !, II Regla queda declarada apta para alcanzar la perfección evan– gélica (5). ORIGEN HISTORICO 4 La elaboración de cada una de las Reglas ordinariamen– te ha sido hecha por hombres o mujeres piadosos, no arbi– trariamente, sino movidos por el Espíritu Santo, teniendo en cuenta las necesidades de los tiempos. Al principio las prescripciones revisten un carácter sola~ mente privado: más tarde, con la aprobación de la compe~ tente autoddad eclesiástica, adquieren carácter público. 5 Las primeras tentativas para la elaboración de una regla se deben a S. ANTONIO ABAD (+ 356) y a$. PACOM1O (+ 346): el primero legisló para los anacoretas, o sea para aque– llos que vivían solitarios y remotos, o reunidos en un mismo lu– gar, pero sin lazos de vida común; el segundo para los cenobitas, o sea para los que vivían en los monasterios, bajo la autoridad de Superiores llamados Abades. De S. Antonio conocemos un discurso, conservado por $. Atanasio (6), en el que parece que el Santo anacoreta haya resumido toda su doctrina o regla. El régimen espiritual impues– to a los monjes era, en realidad, ·todo él espiritual y ascético. Todesco compendia así la vida de los monjes: «El sábado y el domin~o los solitarios se reunían para asistir a la celebración de la liturgia en una iglesia levantada en la mitad de un valle, a la sombra de tres palmeras, de cada una de las cuales colgaba un vergajo que servía para azotar a los maleantes de los contornos y también alguna vez a los monjes; esto por excepción, porque no existía una regla uniforme para todos: cada uno en el valle era libre de distribuir el tiempo como mejor le pareciese y de servir a Dios según las inspiraciones recibidas en el fervor de la oradón .. A ciertas horas, sin embargo, y especialmente al alba y al crepúsculo, todos los solitarios se unían en fa oración .ti en fa salmodia: y entonces el valle, inmenso y austero, resonaba de un extremo al otro con cánticos que se respondían y se cru– zaban como conciertos de campanas» (7). 6 S. PACOMIO, por el contrario, prescribió normas más de- talladas y numerosas. Había logrado organizar la vida común en sus elementos esenciales: observancia de una regla y obedien– cia a los propios superiores (8). La regla de S. Pacomio, escrita en lengua copta y llegada a nosotros en una traducción de S. Jerónimo de 404, prescribía nu– merosas oraciones y ayunos, junto con el trabajo manual y el (5) SUAREZ, De reb., t. 7, l. 2, e: 17, n. 17. (6) PG. vol. 26, col. 838-976. No escribió una Regla propiamente hablando; la llanrnda de San Antonio X seguida por los Maronitas es posterior. (7) L. TODESCO, Corso di Storía della CT¡íesa, Roma 1939, v. 11, púg. 137. 8) PL, vol. 23, col. 65-86.

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