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2 !NTRODUCCION - !, II a la Regla, adaptados a los tiempos y a las circunstancias, con el fin de explicar mejor el espíritu y mejor determinar al– gunas normas, haciendo así más fácil la actuación práctica. Así pues, mientras la Regla da las líneas fundamentales y principales, las Constituciones dan las que son accesorias y secundarías. Por el contrarío, en las Ordenes e Institutos religiosos fundados después del siglo xvr, el significado cambia diame– tralmente: La Regla da las normas accesorias y secundarias y las Constituciones las principales y fundamentales. En nuestra Orden a la Regla y Constituciones se añaden las Ordenaciones de los Capítulos Generales, las cuales son una interpretación aún más precisa de la Regla y de las Constituciones: contienen normas más detalladas y menos estables que aquéllas. II. ORIGEN DE LA REGLA Y DE LAS CONSTITUCIO– NES DE LOS INSTITUTOS RELIGIOSOS 2 Podemos distinguir el origen jurídico y el histórico. Hallar el origen jurídico de una norma o conjunto de nor– mas equivale a hallar la fuente o causa de las mismas, o sea al autor que las hace obligatorias. Hallar el origen hist6ríco quiere decir dar con el autor que las ha elaborado. ORIGEN JURIDICO 3 Todas las Reglas, consideradas en su,.sustancia, son de origen divino. Al joven que preguntaba con insistencia lo que debía hacer para conseguir la vida eterna, Jesús le propuso un estado de vida más perfecta que el de los simples fieles: «5i vis perfectus esse, vade, vende quae habes et da pau– períbus, et habebis thesaurum in caelo: et veni, sequere me» (1). El Divino Maestro en aquella divina invitación determi– na los deberes fundamentales de un Instituto Religioso en sentido estricto. Habla claramente de la pobreza, <<vade, ven~ de quae habes»; insinúa la obediencia, «sequere me»; exige implícitamente la casd'dad, pues se sigue más fácilmente a Cristo cultivando una castidad perfecta (2). Sólo el que está (1) MAT. 19, 16.-Cfr. VERMEERSCH, De relígíosís Instítutis et Personis, t. I, p. 19, n. 31. (2) Habla de ello explícitamente Jesucristo cuando afirma que «hay eunucos que a si mis- mos se han hechos tales por el reino de los cielos>. MAT, !9, 12. ·

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