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198 CAPITULO ÍII, PRECEPTO í, PARTE I, ART, 2 ficado. Finalmente, puede ser espiritual, si lo refiere todo a Dios como término de la oración. La atención espiritual es la mejor y la más fructuosa. Buena y fructuosa es también la literal; apenas suficiente la puramente material. Disputan los autores acerca de si cumple con su obliga- , ción el religioso que reza el oficio divino voluntariamente distraído. La sentencia afirmativa la llama San Alfonso «satis probabílís» (17). Pero, dado que toda distracción volunta• ria es pecado venial, se debe concluir que la atención interna, al menos material, se requiere sub levi para cumplir lícita– mente con la obligación (18). 332 Pero el buen religioso, pensando que el Oficio divino es el himno que se canta en el cielo desde la eternidad, traído a este mundo por el Verbo de Dios cuando se hizo hombre, y que míentras canta este himno se une a toda la comunidad cristiana, se debe esforzar por acompañar el canto con el mo- vimiento interior del espíritu (19). , Además el Oficio divino, siendo la continuación en el tiempo de la oración eterna del bendito Jesús, el religioso de– be rezarlo unido a El no sólo por la gracia santificante, sino unido en el pensamiento y en el efecto. Un medio excelente consiste en rezarlo pensando en la pasión de Cristo, pues si Jesucristo ha orado siempre al Padre, muy particularmente lo ha hecho durante su pasión. El religioso imagínese al lado de Jesús en el Huerto de los Olivos, en la casa de Anás y Caifás, en el Petrorío de Pilatos, a lo largo del camino del Calvario, sobre la cruz, esforzándose en revivir en sí mismo los mismos sentimientos del Divino Mártir. Para conseguir esta atención es preciso que haya prepa– ración próxima y remota. Esta consiste sobre todo en el si– lencio habitual interior y aquélla en algunos momentos de recogimiento antes de la :recitación, para poder ponerse en la presencia de Dios y al unísono con Jesucristo. Será suma, mente útil decir devotamente la oración litúrgica «Aperi, Domine» y especialmente aquellas palabras de la misma: «Domine, en unione illius dívínae intentionis ... » IV CAUSAS QUE EXCUSAN DE LA RECITACION PRIVADA 333 1.Q La impotencia física, que hace imposible el rezo (17) S. ALFONSO, Theologia Moralis, t, V, p, 176. (18) Piat, o. e~ p, 218, q. 212 b, (19) PIO XII, nnc. Mediator Dei, en AAS., 39 (1947), p. 522-95 y AO., 63 (11147), p. 149 sgts,
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