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EXCELENCIA DEL OFICIO .DIVINO 191 ·Bajado a la tierra, ha recogido todas las palpitado, nes de las criaturas, las ha hecho vibrar en su corazón y así divinizadas, las ha ofrecido al Padre, dándole un homenaje digno de su infinita majestad. Vuelto al Padre, no podía hacer cesar el cántico que ha, bía entonado en la tierra. Por eso, antes de subir al cielo, di– ce a sus discípulos: <Yo estaré con vosotros hasta la consu, macíón de los síglós» (1). Y se ha quedado con nosotros · viviendo en la autoridad eclesiástica, habl-1ndo por medio de sus predicadores, como víctima en la santa misa y orando en la oración de sus fieles. Y la Iglesia ha encomendado oficial, mente a sus sacerdotes y religiosos que sustituyan a los fie– les en la oración al Padre. Su plegaria resulta la continua, ción en el tiempo de la plegaría eterna del bendito Jesús. El oficio divino es propiamente la oración ofkíal del Cuerpo Místico de Cristo, y toca u los sacerdotes y religio, sos el noble deber de ofrecer al Padre esa plegaria. Pero aun prescindiendo del carácter público y oficial, el oficio divino, considerado en sí mismo, es la oración más sublime, que reune en sí todas las más bellas cualidades de las otras oraciones. Además de contener elementos medita, · · tivos y afectivos inspirados por el Espíritu Santo, posee una variedad que conquista la mente y el corazón. De la contem, plación de los atributos divinos y de la magnificencia de la obra de Dios en sus santos, pasamos a reconocer nuestra miseria y pobreza, al arrepentímíento de nuéstros pecados y a toda una gama de afectos de alabanza, de acciones de gra, cías, de actos de fe, esperanza y caridad, de dolor, todo ello expresado con imágenes las más variadas y delicadas. Cuánto rebajan esta ple~aria tan noble todos aquellos que la consideran como una carga y la realizan a disgusto. Cuán dignos son de compasión aquellos que dan la preferen, cía a las oraciones privadas, reservando a éstas las mejores horas del dia, y sobre todo los que, durante el día, se dejan agobiar de ocupaciones profanas excesivas, y dejan el oficio divino para ratos perdidos o para las últimas horas del día, y los que, mascullándolo con apresuramiento, hacen un horri– ble estrago de salmos y de tantas otras preciosas oraciones. Art. 2! EL REZO PRIVADO ~Los clérigos hagan el dficio divino·según el orden de la santa Romana Iglesia, excepto el salterio, por lo cual podrán tener breviarios». 322 Adelantamos una breve reseña histórica. Los frailes, 1) MAT., 28, 20.

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