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110 CAPFTULO II, PARTE ll, ART. 5, 6 ción de Cristo crucificado, y nuestra vida y regla una pe~ renne crucifixión, sólo aquellos que aprendan a amar el sa, crificio podrán llegar a ser auténticos frailes menores y ver, daderos apóstoles de la sociedad. Para alcanzar este fin se necesita no sólo suscitar en los novicios el entusiasmo por el sacrificio-cosa no difícil cuando se trata de jóvenes, na, turalmente inclinados a toda generosa heroicidad-sino ha– cérselo amar. Lo logrará si motiva cada sacrificio con facto– res sobrenaturales, de modo que el joven vaya por si mis, mo gozosamente al sacrificio. De Jo contrario el novicio se habituará a lo sumo a so, portar el sacrificio, con peligro de considerarlo durante toda su vida como una pesada carga. Recuerde que padecer un sacrificio, no es de hombres; soportarlo, es de cristianos mediocres; amarlo, es de cristia– nos perfectos. El Maestro no debe de tener excesiva prisa en su noble empeño, sino que debe regularlo todo según las fuerzas fisi, cas, espirituales y sobrenaturales de cada novicio, Art. 6. EL CONFESOR DE LOS NOVICIOS 191 En todo noviciado deben señalarse uno o más confe, sores ordinarios, según el número de novicios. Los confeso, res, si se'trata de una Religión clerical corno la: nuestra, deben habitar en la casa del noviciado. Además de los confesores ordinarios, desígnense otros confesores especiales, a los que los novicios puedan acudir en casos particulares sin que el Maestro muestre por eso desagrado. También, al menos cuatro veces al año, debe concederse a los novicios un con, fesor extraordinario, al cual todos presentarse, por lo menos para recibir su bendición, a norma del c. 566. Tanto el Maestro de novicios como el Vfcemaestro deben abstenerse de oír la confesión de los novicios, a no ser que éstos, espontáneamente y por una causa urgente, en casos particulares, se lo pidieren, a norma del c. 891. No siendo ésta üna ley irritante, cuando no se verifica, sen las predichas condiciones, la confesión seria ilícita, pe, ro no inválida (78). (78) Cfr. lo dicho en el n. 526,