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EL MAESTRO DE NOVICIOS Del. c. 561, § 2, sé deduce que el Maestro tiene sobre los. novicios potestad doméstica 1J dominativa, que le viene de un cuasicontrato estipulado con el novicio desde el momen– to. en que éste entró a formar parte de esa sociedad religiosa (74}; por ello puede irritar los votos de los novicios. En virtud del c. 501, p.. 1, el Superior local tiene sobre los novicios potestad de jurisdicción, como también la do– minativa o doméstica que dimana del hecho de haberse in– corporado el novicio a la familia del noviciado. El Superior local tiene el deber y el derecho de adminis– trar el Viático y la Extrema Unción a los novicios moribun– dos E75); también le corresponde a él y no al párroco del lu– gar, hacer los funerales a los novicios difuntos, a no ser que éstos hayan elegido otra iglesia. Pero aun en este caso toca al Superior levantar el cadáver y acompañarlo hasta la igle– sia funerante, donde entra ya bajo la autoridad del Párroco o del Rector de la. iglesia (76). e) Obligaciones: 190 El principal deber del Maestro es la formación espi– ritual de los novicios. Pero no basta una formación espiri– tual cualquiera, sino que es necesario orientar toda la vida de los novicios hacia la espiritualidad franciscana. Se equi– vocaría aquel Maestro que pusiese en manos de sus novicios, sólo o prevalentemente, libros o direcciones espirituales no franciscanos, con el peligro de hacer un confuso y heterogé– neo ascetismo, en cual no quedase bien definida la linea franciscana. No siempre los libros de otras Ordenes se adap- tan a la espiritualidad franciscana. ª Se esforzará por desterrar de sus novicios todo lo qae sea afectación o hipocresía y les dará en cambio una forma– ción sincera y sólida. . Para conseguir todo esto es preciso que el Maestro se atenga ne sólo a la Regla y Constituciones, sino también a las disposiciones emanadas de nuestros Superiores y a lo que han enseñado los Maestros de la espiritualidad francis• cana (77). Esfuércese sobre todo en informarlos del espíritu de sa– cr:íficio. Siendo la esen.cia de nuestra espiritualidad la imita- (74) VERMEERSCH, o. c., I, p. 507, n. 711, 3; CORONATA, o. c., 1, p. 721, n. 585; LARRAO- NA, en Comm. pro Relig., 24 (1943), p. 39, (75) c. 514. (76) c. 1221, § l. (77J Véanse las cartas de los MM. GEN. EUGENIO DE RUMIL!ACO, VENANCIO DE TU– RIN Y SALVADOR DE OTHIER!O, Bull. Cap., X, p. 64, 182 y 297.
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