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ción..., lo comparó con el otro...; y acabó levantando de nuevo los ojos hacia el Padre, mientras decía con una expresión difícil de definir: -Pero ¡qué cosas más raras pasan en este pueblo! Aquella misma mañana el P. Andreu celebró la misa dominical de la parroquia y nadie pudo advertir ni en su andar ni en sus movimientos o posturas el menor rastro del grave accidente que había sufrido el día anterior. Luego, ya Je confió a su acompañante el Sr. Foeschler el secreto de lo ocurrido: -Cuando anoche Jacinta vino a darme a besar el crucifijo, me dijo también estas palabras: "Padre, la Virgen me ha dicho que está usted muy malo; pero me manda a decirle que está usted curado". En el mismo instante me desaparecieron los dolores". * * El 17 de octubre tuvo en Garabandal todo el aire de unas grandes e ilusionadas vísperas. Iban llegando los adelantados de la innumerable muchedumbre que estaba en la expectación de lo que podría pasar el día siguiente... La tensión de la espera estaba empapada, en unos, de gozosa seguridad; en otros, de nerviosa preocupa– ción. ¿Qué ocurrirá'? ¿Y si no ocurriera nada'? Quizá uno de los que más desasosegadamente se movían aquel día por el pueblo, era su párroco, el 96
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