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A lo largo de aquel verano inolvidable de 1961. ¡cuántos visitantes de Garabandal pudieron contem– plar extraños cambios de semblante en las niñas durante un mismo éxtasis! De rostros transfigurados y angelicales, a. rostros ensombrecí.dos y serios; de risas cantarinas, a ojos cuajados de lágrimas... Dependía de la celestial Visitante, que no estaba sólo para decir o escuchar cosas grata~... Y la fecha que tanto sonaba desde los pdmeros días estaba ya próxima. ¿Qué pasaría ~qt1el 18 de ,oct1;1bre'? Era la jornada para l.a re;velación de un .secreto, para la publicación de. un mensaje. Aunque las niñas no "soltaban prenda" sobre lo más importante que oían y veían en sus éxtasis, álgún desahogo se les escapaba, que servía para caléntar aún más la fantasía y los anhelos de la gente. Por ejemplo, ésto que se le captó a Conchita durante un éxtasis del 3 de septiembre: "¡Qué bonito es el Milagro! Y ¡cuánto me gustaría que· lo hicieras pronto! ... ¿Por qué no lo haces ahora ya? ••• Anda, hazlo, aunque no sea más que para los que creen. A los que no creen les da igual".•. Con cosas así, ¿cómo no suponer que aquel pró;. ximo 18 de octubre, tan señalado en el misterioso dis– positivo· de Garabandal, sería fa gran fecha, la del esperado Milagro, o cuando menos la de algo muy grande e impresionante? 89
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