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oyó decir: "¡Ah! Con este rosario ha aprendido ella (Catherine) a rezar... ¿ Qué por él ha rezado sus prime– ras avemarías?..." Y una después de otra levantaron las dos niñas aquel rosario al beso de la Virgen, mientras repetían, como si aquello les hubiera causado fuerte impresión, lo de "sus primeras avemarías... sus prime– ras avemarías"... Cuando terminaron de ofrecer al beso de la Virgen todo lo que allí tenían para eso, se les oyó preguntar: "¿Ahora?-Bueno"; y Loli tomó el pequeño frasco de agua bendita que habían preparado contra la posible presencia diabólica, lo destapó, y tiró con fuerza el agua hacia arriba... y "entonces -testimonia Asunción de Luis- todos pudimos advertir que el agua no fue a caer donde naturalmente debía haber ca_ído, sino que haciendo una misteriosa inflexión en su tráyectoria fue a caer de lleno, y solamente, sobre Catheríne, hasta el punto de que ésta exclamó: "¡Me ha empapado!" (y la cantidad de agua era bien pequeña)... Nadie pudo captar entonces el misterioso alcance de todo aquello. Pe'ro un día iba a quedar bien claro. La joven judía-francesa Muriel Catherine, aunque ganada ya íntimamente para la fe católica, no pudo hacer todavía externa y abierta profesión de la misma. Aún era menor de edad y durante meses tuvo que cho– car contra la incomprensión y oposición de sus padres, que estaban dispuestos a consentirle todo, menos eso de ingresar en la odiada Iglesia de Roma: hubiera sido un baldón para la familia. , 79

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