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Llegó a Garabandal disfrazado, con un atuendo por el que podría ci:eérsele cualquier cosa menos cura. Se mezcló entre los asistentes a los éxtasis de las niñas, rogándole con lágrimas a la Virgen que a través de ellas diera una respuesta inequívoca a sus angustiosas per– plejidades... Y la respuesta le llegó, con hechos y con palabra, tan ajustados a lo que él mentalmente estaba pidiendo, que el enorme embrollo de sus escrúpulos se deshizo del todo en un momento... Corrió el pobre hombre a la iglesia, se refugió en la sacristía, y sacando de un envol– torio que llevaba su sotana de sacerdote, se la vistió con más emoción que nunca; cayó luego de rodillas ante el sagrario, sin acertar a expresar al Señ.or y a la Madre todo lo que sentía de emoción y agradeci– miento. El caso de una joven judía De los finales de este verano de 1961 hay una singu– lar historia, que pone de relieve como pocas otras la acción "de Salud", de Salvación, venida a realizar por la Virgen. La historia es un poco larga, y yo la recojo con suficientes pormenores en mi tantas veces mencio– nado libro "Se fue con prisas a la Montaña"; aquí sólo puede ser sumariamente apuntada. El 27 de agosto, domingo, llegaban por primera vez a Garabandal una señorita de Burgos, Ascensión de Luis, y una más joven, y estudiante, señorita francesa, Muriel Catherine C., a quien Ascensión tenía tempo- 77

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