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taban ellas". Esto ocurrió más de una vez, con unas y con otras. Pero la Virgen no venía sólo para ellas. Venía para muchos... , para todos los de buena voluntad. Y por eso allí hubo muchas, y misteriosas, y muy misericordiosas respuestas para quienes subían con angustiosos inte– rrogantes en su conciencia. ¡Cuántos testimonios podrían recogerse de innumerables beneficiados! Aquí estuvieron los verdaderos y mejores milagros de Gara– bandal. Diariamente se irradiaba paz, consuelo, ánimo o seguridad hacia no pocas personas; y precisamente a través de aquellos trances casi diarios, que algunos no acertaban a explicarse, que otros consideraban como un superlujo que no se podía justificar, o desdeñaban como un "juego" que nadie iba a creer de Dios. Los que "a Dios buscaban con sencillez de corazón" (Sab 1,1), los qu~ amaban el mundo de su FE y anhelaban tener de él nuevas certidumbres, supieron allí de mara– villas. Podría hacerse una antología de casos, aunque muchos, tal vez la mayoría, nos sean desconocidos. En mi libro recuerdo uno, del que habló más de una vez el P. Ramón María Andreu, que lo vivió de cerca, y que sucedió en los comienzos de ese septiembre de 1961. Fue el caso de un pobre sacerdote, que llevaba no poco tiempo con atormentadoras dudas sobre la reali– dad o validez de su ordenación sacerdotal. .. 76

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