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sacristía, hablaban y discutían a más que media voz... El cura asturiano, que se había quedado en el presbite– rio para orar, "pidiendo a Dios luz para el señor Obispo y para los encargados de estudiar aquello" (no sabía que los tenía tan cerca), pudo escuchar sin esfuerzo lo que ellos sin miramientos decían. -"De sus deliberaciones me quedé concretamente con esto: "Vamos a cerrar la iglesia al culto; enviare– mos a D. Valentín (el cura encargado de Garabandal) con un mes de vacaciones... Al Padre jesuita (Ramón María Andreu) le haremos marchar. Impediremos a los sacerdotes el subir aquí... Y si esto es de Dios, ya se abrirá paso como sea..." ¡Sentencia luminosa ésta última, en boca de sacer– dotes "teólogos"! Como si fuera estilo de Dios el impo– nerse "como sea" a sus criaturas dotadas de libre albedrío... Dios podrá abrirse camino a pesar de todos los obstáculos de los hombres; pero también puede desistir a veces de ciertos planes de misericordia por culpa de esos mismos hombres. Y en todo caso, ¡malo para aquéllos que, llamados a secundarle con la mejor disposición de mente y de voluntad, se oponen de hecho a sus posibles designios, por no salir de miras, criterios y planteamientos demasiado humanos! A partir de la tarde del día 23 de agosto, la humilde iglesia de S. Sebastián de Garabandal no volvió a ser escenario de lo que tántos y tántas habían admirado en las niñas. Acababa de llegar una notificación del obis– pado para que se les cerrase la iglesia a las niñas siem- 72
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