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Han en sus. marchas, que aun queriéndolas parar, no se puede o resulta sumamente difícil". Y de la referida Dña. María Herrero son estas pala– bras: "Tuve la suerte ese día de poder contemplar a mi gusto la impresionante entrada de las cuatro niñas extáticas en el interior de la iglesia. Lo hicieron lenta– mente, con un pisar seco y acompasado, como de des– file militar, que resultaba extrañamente sonoro en el silencio y penumbra del lugar sagrado. Daban tal impresión de fuerza, que Loli (que parecía entonces la más frágil), al pasar, rozó apenas con el brazo a una amiga nuestra, de considerable talla, y la derribó al suelo. Creo que todos los presentes quedamos sobreco– gidos de un saludable temor. .. ; en cuanto a mí. con– fieso que sentí como una fuerte experiencia de lo que tiene que ser el santo temor de Dios, y me acordé de aquello de las Escrituras que la Iglesia aplica a la Vir– gen: "Hermosa y atractiva eres, hija de Jerusalén, pero también terrible como escuadrón puesto en orden de batalla". Conchita declara en su Diario que la Virgen puso especial empeño en las "visitas" de esos días, en llevar– las a ellas, las niñas, a un hábito de orar como se debe, con esmero y cuidado... Les dijo el viernes, I8 de agosto: "Yo voy rezando delante, y vosotras me seguís". "Y Ella -asegura la niña- REZABA MUY LENTO...". Las niñas repetían después lo que la Vir– gen decía primero, tratando de asimilar su manera, tono y pronunciación. El ejercicio era sobre el rezo del 70

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