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Al atardecer de ese mismo día, Conchita, que no ha– bía estado en los éxtasis de las otras, recibió de la Virgen una comunicación sobre algo que había de ocu– rrir tiempo después, y que constituyó en su día uno de los fenómenos más desconcertantes de Garabandal. Así se lo dijo la niña, en la noche de ese 4 de agosto, a su madre y tía (Maximina): "Me ha dicho también la Vir– gen, que llegarán tiempos en que nosotras mismas hemos de negar haberla visto, porque vamos a dudar de todo..'., y casi todo el mundo dudará". En estos primeros días de agosto se hicieron como cosa de cada día las "marchas extáticas" de las niñas. Era un espectáculo precioso y de mucha devoción. El día 5, por ejemplo, "a las dos de la tarde, Loli. Con– chita y Jacinta llegaron hasta más aiTiba de los Pinos: allí se arrodillaron, y poco después preguntaron: ;,Nos vamos ya?... ¿A dónde?... ¿A la iglesia?" Y emprendie– ron la bajada de los Pinos a impresionante velocidad. manteniendo la cabeza totalmente levantada hacia lo alto, sin tener el más pequeño tropiezo ni resbalón... En la iglesia estuvieron primero ante el altar mayor: luego se fueron al de la Inmaculada, y allí rezaron el rosario. ¡muy bien! ... Duró todo como hora y media". En los éxtasis de este día. porque hu.bo varios. llamó la aten– ción que Conchita lloraba con frecuencia y pedía muy vivamente perdón por haber ido a la playa. al cine y a otros sitios, durane su estancia en Santander. Cierta jornada estelar Fue. sin duda. la del 8 de agosto. martes. 57

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