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que yo pude situarme cerquis1ma de ellas. Les oía per– fectamene hablar con su visión, en voz baja, como con sordina (que caracteriza su hablar en éxtasis); pero yo no captaba todo, sino sólo frases sueltas. Después de ocho o diez minutos, se me ocurrió que aquello bien podía ser un caso de hipnotismo ... Enton– ces empecé a mirar atentamente a las personas que esta– ban allí, para descubrir a la posible causante de la hipnosis. Observé a Don Valentín, a Ceferino, a Julia, a los demás... Había en todos los rostros una tal expre– sión, como de sorpresa admirativa, que descartaba toda posibilidad de que ellos actuasen como agentes hipno– tizadores: estaban más para "ser llevados", que para "llevar" a nadie en un determinado sentido. Anteriormente yo había visto ya a las niñas entrar y salir del éxtasis: pero siempre las dos a la vez, como si tuvieran una sola alma. Por eso, se me vino al pensa– miento algo que quizá no tuviera mucho sentido, pero que me pareció interesante como prueba de la verdad de todo aquello, y dije mentalmente: "Si esto es verdad, que una de las niñas vuelva en si, mientras la otra continúa en éxtasis". En el mismo instante, Loli, que era la más próxima, se volvió hacia mí mirándome con una sonrisa ... Como si no pasara nada, le pregunté: "Pero ¿ya no ves a la Virgen?-No señor- ¿Y por qué? -Porque se me ha ido- Pues mira a Jacinta..." Loli la miró y se sonrió ampliamente, pues era la 52

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