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muchos casi todos los días? ¡Con cuánta razón se hubiera podido repetir a no pocos de los que andaban por allí el apóstrofe de Jesús. ya resucitado. a los dos de Emaús: "¡Qué insensatos y tardos de corazón sois para creer,,.!" (Le. 24. 25). Esta resistencia a sintonizar con la acción de Dios. por no tener un corazón bien dispuesto en la humildad y sencillez, la denunció Jesús más de una vez en su ministerio público. hasta echár– sela en cara todavía a última hora al grupo de los más escogidos. los doce.- ''Como no estéis viéndo de con– tinuo señales y prodigios, no creeis" (Jn. 4, 48); esto, a unos que le pedían con demasiada insistencia su acción taumatúrgica: y a los Apóstoles. casi en la hora de la Ascensión. "les recriminó su incredulidad y su dureza de corazón para creer (el hecho de que El había resuci– tad o) por el testimonio de quienes le habían visto... " (Me. 16. 14). Pero aunque la Virgen no podía recibir con agrado aquella insistente y desconfiada súplica de "un mila– gro" en su incansable paciencia de Madre no quiso desoírla. Así pudo escribir por entonces el P. Ramón Mª Andreu: "En la actualidad (agosto-septiembre de 1961) las niñas afirman haberle oído ciertamente a la Virgen, que habrá un milagro, pero no se sabe cuándo va a ser ni en qué va a consistir". Una comisión en contra; dos hermanos a favor Se trata de dos hechos bien dispares, pero coinci– dentes en la cronología, y también en traer no poca "cola" para- la causa de Garabandal. 46
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