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momento que me volviese y dijera Sí". El interesado sí que entendió perfectamente el sentido. o alcance de aquel monosílabo afirmativo (véase las púgs. 84-86 de mi libro "Se fue con prisas a la Montaña"). No cabe duda, las cuatro niñas de Garahandal que– daban durante su éxtasis plenamente fuéra de "nuestro mundo"... P~ro no se desentendían de él, y a través de ellas se establecía una entrañable comunicación entre los que en él quedábamos y quienes del otnl lado del "velo" siempre nos siguen con atención y nos esperan. Se pide un Milagro En las comunicaciones de las niñas con su Visión pronto apareció la súplica de un Milagro. Casi con toda seguridad podemos creer que dicha súplica no brotó espontáneamente de ellas: se les imp.uso desde fuera; era la gente quien pedía un milagro incuestiona– ble, para poder creer en todo aquello sin ninguna vaci– lación. Y tal vez fue el mismo Cura quien primero pensó en un gran milagro, que viniera a librarle de sus pro– pias perplejidades y de los encontrados acosos de los demás. Escribió el P. Ramón Mª Andreu, poco después de aquellas fechas: "Desde que D. Valentín dijo a las niñas que pidieran a la Virgen un milagro, para d ispo– ner así de una buena prueba y llegar a creer sin dudas, ellas han solicitado el milagro muchas veces. Al princi– pio, la Virgen sonreía ante tal petición; pero después, 44

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