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sobrenaturales. Personal y privadamente, se puede creer en su verdad o "autenticidad", sin obligación de esperar y atenerse a lo que diga la Jerarquía. Si al final habla ésta, es cosa de tenerlo muy en cuenta, pero sin poner carácter de "infalibilidad" en dictámenes a los que no a.lcanza tan supremo carisma. Tales dictámenes suelen ser elaborados por una "comisión de expertos": ¿son siempre ellos tan exper– tos como sería de desear? Me temo que hoy Ios sedicen– tes "teólogos", y hasta algunos teólogos de oficio, se muevan más de una vez con cierto despiste en estos difíciles temas... ; sobre tqdo, si su "teología" es pura– mente libresca y de aula. Me vengo preguntando desde hace tiempo si es de la incumbencia de las acostumbradas Comisiones teológicas el dictaminar sobre la "sobrenaturalidad" de tales o cuáles cosas vivas... ¿No desbordará esto su compe– tencia o sus posibilidades? Pienso que lo suyo, como .en el caso de la censura de libros, por ejemplo, es algo más sencillo y concreto: dictaminar sobre la "ortodoxia" y la "ortopraxis" de lo que ha sido sometido a su exa– men. ¿Nada hay en contra de la doctrina de la FE? ¿Nada hay tampoco que choque con la moral y las exigencias de una vida cristiana? Pues entonces su obli– gación es dar la luz verde de un "Nihil Obstat", aunque se trate de cosas que a ellos personalmente no les gus– tan..., de cosas que tal vez no concuerden con sus posi– bles posturas partidistas (que también entre "servido– res de Dios" y ministros de la Iglesia pueden darse 272
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