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-si no en una abierta apostasía-, perdiendo creen– cias, prácticas y costumbres cristianas; la causa -no única- no es difícil de señalar: la falta de sacerdotes buenos que los atiendan, o la sobra de otros sacerdotes que no responden o los descarrían. A tales hijos suyos -hoy destituidos en gran número de la ayuda salvífica normal que deberían reci– bir en la lglesa y de la Iglesia- Dios no puede abando– narlos, no quiere dejarlos a sí mismos.. Por eso despliega ahora una insólita multiplicación de inter– venciones más o menos milagrosas, fuera de lo corriente. Eso es lo que está ocurriendo hoy, hasta constituir casi-- una peculiar característica de nuestro tiempo. Y la que "da la cara" casi siempre en estas interven– ciones del cielo es LA MADRE. ¿No son acaso hijos suyos quienes se encuentran en el peor peligro? Ella, con su "dejarse ver" y hacerse oír en tan diver– sos lugares, está consiguiendo más frutos de evangeli– zación que muchas de nuestras famosas "planificacio– nes" de Pastoral, que más de una vez se quedan en "bla, bla, bla": reuniones y más reuniones, prolifera– ción de papeleo e hipertensión de burocracia. Como decía uno de los compañeros de San Francisco, a pro– pósito de ciertos "intelectuales" que empezaban a sur– gir en la Orden: "Bo, bo, bo: molto dico, e poco fo", que entre nosotros puede sonar así: "Yago, yago, yago: mucho digo, y poco hago". 254

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