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personas... Y añadió en un entrañable · desahogo: "¡Dime, Conchita, DIME COSAS DE MIS HIJOS! A todos los tengo bajo mi manto". -"Pero ese manto es muy pequeño: no cabemos to?os debajo de él". La Madre no. pudo dejar de son– re1r. En otro momento de la inolvidable entrevista, Ella, la Madre, dijo a la vidente: "¿Sabes, Conchita, por qué no vine yo misma el 18 de junio a darte el Mensaje para el mundo? Porque me daba pena tener que deciros esas cosas. Pero debíais saberlas, para bien vuestro, y si cumplís el Mensaje, también para gloria de Dios. OS QUIERO MUCHO, y deseo vivamente vuestra salva– ción: ¡reuniros aquí en el Cielo, en tomo del Padre, y del Hijo, y del Espiritu Santo!... Tú, Conchita, ¿nos responderás?" -"Sí estaría siempre viéndote, entonces, sí; pero si no, no sé ... , porque soy muy mala". -"Pon de tu parte lo que p.uedas, y Nosotros te ayudaremos; como también a mis hijas Loli, Jacinta y Mari Cruz". En otro momento: "Conchita, debes visitar más a mi Hijo en el Sagrario. ¿Por qué te dejas llevar por la pereza para no visitarle? EL OS ESTA ESPER,\NDO DIA Y NOCHE..." La joven debió de sentirse muy conmovida ante aque– lla tan maternal reconvención. Hubo unos momentos de silencio. Que se atrevió a romper Conchita con este 240
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