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El ·día 30 de octubre, último sábado de aquel mes del Rosario, Conchita fue a la iglesia del pueblo, para hacer su acostumbrada Visita a Jesús Sacramentado; de pronto sintió en su interior el inconfundible habla de la Virgen Madre, que no sólo le dió un inefable consuelo en sus penas, sino que la dejó citada para un nuevo encuentro: "El sábado, día 13 de noviembre, sube a los Pinos, y allí me verás otra vez. Y me traes muchos objetos religiosos: Yo los besaré, para que. tú los repar– tas, y mi Hijo por medio de ellos hará prodigios". Llegó el día señalado. Al atardecer, bajo una intensa lluvia, Conchita dejó a las personas que había en la cocina de su casa, y sin dar explicaciones se fue para la cita de los Pinos. "Estaba lloviendo... Y mientras subía, que subía sola, iba diciéndome, muy arrepentida de mis defectos, que ya no caería en ellos, porque me daba apuro pre– sentarme así delante de la Madre de Dios, a quien mis defectos hacen mucho daño...; y yo creo que en mí son mayores, ya que la he visto a Ella. "Cuando llegué a los Pinos, me puse a sacar los rosarios que llevaba conmigo (24); y estando así sacándolos, oí una voz muy dulce -claro, la de la (24) Sabemos que Conchita llevaba cantidad, pues aparte de los que aisladamente le hubieran entregado diversas pe~sc:inas -conocedoras de la próxima aparición-, ella acababa de rec1b1r un buen paquete. Cierto señor francés, de peregrinación en Lourdes, había tenido la feliz idea - o inspiración- de enviarle l00 rosarios de cinco decenas y 4 de quince, ·por si la Yir$en volvía... El envío llegó muy oportunamente. 238

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