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alargada; la nariz, también alargada, fina; la boca, muy bonita, de labios un poquito gruesos; el color de la cara, trigueño...; la voz, ¡muy bonita!... una voz muy rara (en el sentido de singular, única), no sé explicarla: NO HAY NINGUNA MUJER QUE SE PAREZCA A LA VIRGEN, ¡ni en la voz ni en nada!..." Teniendo en .cuenta la pobreza del léxico de aque– llas niñas criadas en una aldea sin comunicaciones, la descripción de Conchita viene a resultar admirable; pero bien seguros podemos estar de que esa descrip– ción refleja palidísimamente la maravillosa realidad que contemplaron sus ojos. Aunque deslumbrante y magnífica, como Reina y Señora sin par, la Virgen María se mostró desde el primer momento entrañablemente familiar y accesible. ~"Ese día (el de su primera aparición, 2 de julio) hablamos con la Virgen mucho... Y ella, con nosotras. Le decíamos todo... "Le decíamos, p. ej., que andábamos al prao, que estábamos "negras", que teníamos la hierba en morujos... Y Ella se reía. ¡Como le decíamos tantas cosas... !" (7). (7) F.n mi libro "Se fue con prisas a la Montaña" se hacen comentarios sobre estas cosas. tan "sin sustancia". que las niñas decían a la Virgen Madre. Capítulo llf. púgs. 54-55. 22

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