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Y al fin, lo que todos estaban esperando: "Con– chita, seguida de algunos sacerdotes y siete guardias civiles -escribió el periodista catalán Poch Soler– sube por la Calleja en estado completamente normal. Avanza con la mirada fija, aunque los "flash" de los fotógrafos empiezan a disparar sobre ella. Un guardia civil le pregunta: "¿Es aquí, Conchita?". "No señor: trn poco más arriba". "Y al llegar al lugar señalado, se desploma de rodi– llas. sobre las afiladas piedras del.camino. Eté:Ji:tasis ha comenzado". A la luz de muchas linternas, y bajo los focos de los operadores de televisión, podía verse perfectamente la milagrosa transformación de su rostro. En él hubo pri– meramente sonrisas,· pero después: "My sobrecogió verla llorar -ha escrito el Padre Luna. de Zaragoza-: llorar como hasta entonces yo nunca había visto: de sus ojos brotaban lagrimones... Y Ia oía decir con voz entrecortada, jadeante: "No, no... ·Todavía no: .. Per- dón, perdón ... Y luego, con angustioso asombro: "¿Sacerdotes?... ¿Obispos?... " Al día siguiente se diero11 ya por escrito los princi.– pales puntos del mensaje que había venido a comUni.– car el arcángel S. Miguel. "Estáis en los últimos avisos" "El Angel ha dicho: "Como no se ha cumplido, y no se ha dado mucho a 233

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