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m..mca entran dentro, pero ese día abrió Conchita la puerta y entramos... ¡Ay! No sabenelrespeto tan gran– dísimo que nos dio a todos! "Fueron, lo , primero, a donde está enterrado el padre de Conchita: se arrodillaron con una devoción terrible, y posaban la cruz (el crucifijo que llevaban en las manos) en la tierra del suelo y luego la levantaban para darla a besar a: la Virgen: lo mismo que hada una, hacía la otra (naturalmente, sin mirarse, con la vista totalmente proyectada hacia arriba). Después fueron a la tumba de mi marido: también se arrodillaron, y... yo lo pasé muy mal; de allí se vinieron a mí, y me dieron a besar el crucifijo mucho .rato. Fueron después donde otra tumba..., y luego a la de mi madre... ¡Cómo acer– taban con las sepulturas, sin poder verlas!... Aunque Maximina termina este relato epistolar diciendo: "No sabemos qué significará esto", me parece a mí que no es difícil de entender para un cristiano que sabe de la doctrina de la Iglesia sobre la posible situa– ción de los creyentes fallecidos y nuestra vinculación a ellos. La Virg~n andaba por Garabandal para hacerse "entender", sobre todo como MADRE: Madre de los que aún seguimos aquí y Madre de los que ya se han ido; Madre para las cosas importantes, y también para las menudas... Fue en una noche de ese mismo noviembre, noche especialmente desapacible; En casa de Ceferino se hacía vela, aguardando a que Loli tuviese aparición. 203
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