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Algún tiempo después, la niña se alejó silenciosa y pausadamente de los Hermanos, y de golpe cayó de rodillas... - Dos de nosotros caímos también de·· rodillas: uno, al mismo lado de Conchita, y el otro, como a unos tres pasos frente a ella, para observala mejor; el ter– cero, que llevaba una cámara fotográfica, se dispuso a hacer "instantáneas"... "Vimos que..." Vieron, pero con nueva emoc1on, lo que tantos otros habían visto al ser testigos de las "comuniones místicas" de las niñas. Lo especial de aquélla fu.e que la niña comulgante, después de "dar gracias", y en pleno éxtasis, con actitu– des y movimientos llenos de gracia, se puso a ofrecer al beso del Angel el "escapulario" (pieza exterior de cier– tos hábitos religiosos) de cada uno de los Hermanos... Les dijo luego, ya en estado normal, que el Angel la había llevado a comulgar en los Pinos, precisamente porque ellos estaban allí: y que además le había dado un mensaje para cada uno. Podemos imaginarnos la impaciente curiosidad de los tres. Pero tuvieron que aguantársela, porque Con– chita aseguró que no podía decir nada hasta que llegase el momento oportuno. 184
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