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Pero no hubo nada. Nada de lo que esperaban las niñas: sí bastante de lo que no podían esperar: burlas. risas y comentarios malévolos, los acostumbrados des– ahogos de los "listos", de esos tipos, generalmente fatuos, que no cesan de repetir: "A mí no me la da nadie". El martes, día 20. a la misma hora de la tarde, de nuevo hubo visita a la Calleja: las niñas llevaban .den– tro la casi seguridad de que lo del domingo no podía ser algo sin sentido ni continuación... Hubo rezos, y espera; espera del Angel..., que tam– poco se presentó; pero cuya presencia fue sustituida por un fenómeno altamente misterioso y significativo: las niñas se vieron de pronto envueltas en una densa y sorprendente Luz, que las aislaba de todo y las pene– traba de vivísimo y reverencial "temor a Dios" (3). Al día siguiente, miércoles, 21 d_e junio, el Angel se dejó ver de nuevo. (3) Bien podemos creer que este día las niñas de Garabandal vivieron de algún modo aquella "experiencia" -también del principio-- de los niños de Fátima, que más tarde expresó Lucía en una relación: · "La atmósfera de lo sobrenatural que nos envolvía, era tan inten~a. que casi no nos dábamos cuenta de la propia existencia. por un largo espacio de tiempo, permaneciendo en la posición en que nos había dejado el ángel. repitiendo siempre la misma ora– ción. La presencia de Dios se sentía tan inmensa e íntima. que ni entre nosotros nos atrevíamos a hablar. .." 15

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