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de donde está ahora la capilla de San Miguel, donde la piedrn que llama la gente "piedra del Angel". Lo de aquel día se repitió (aunque no en la misma forma) durante no pocas semanas, pues la misma Con– chita escrilJe en las mencionadas púginas de su l)iario: "Y dándonos la comunión estuvo (el Angel) mucho tiempo". Pero aquello debió de interrumpirse en los comien– zos del otoño o lo mús tarde a partir de la movida jornada del 18 de octubre. Ya hemos visto lo que dice Maximina Gonzúlez en su carta pascual a los Pifarré de Barcelona: "Me parece que desde el vérano último no les había vuelto a dar el Angel la comunión". ¿,Por qué esta vuelta a la intensidad eucarística pre– cisamente en los días de Pascua'? Podemos decir que· dos cosas caracterizan el santo y alegre Tiempo Pascual. Por una parte, la celebración prolongada del triunfo de Jesús sobre la Muerte, con su Resurrección; y por otra, el empeño de la Iglesia en llevar a sus fieles a la mayor "comunión" con este mis– terio mediante la recepción de la Eucaristía: es aquí donde Cristo, "nuestra Pascua 1 ', actualiza y perpetúa su inmolarse por nosotros como "Cordero de Dios que quita los pecados del mundo". Tiene gran sentido esa obligación -una de las fundamentales del cristiano– de comulgar siquiera por "Pascua Florida". Y tiene un gran alcance y dimensión esto que la Virgen prometió a las niñas en los éxtasis.del martes de 155
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