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lloros y de la sonora emoc1on. Se la dió más tarde cuando ya estaban en casa, acabado el inolvidable rosa– rio: "Me ha dicho también la Virgen que su hijo es muy feliz, felkísimo y que está con usted todos los días. Yo ya sabía que su hijo estaba en el ciclo: lo sabía desde ayer en que me lo dijo la Virgen; pero tenía que callarlo, porque Ella me lo mandó: "No se lo digas a esa señora hasta mañana, después de la misa de Pas– cua". Ciertamente tanta sutileza no podía ser cosa de la misma niña. Durante Viernes y Sábado Santos, los días en que se revive el dolorosísimo anonadamiento" de nucsto Redentor y de nuestra Corredcntora , se le hace pasar a aquella señora de gran mundo por largas horas de humillación, sufrimiento y oscuridad; y sólo después de que litúrgicamcntc acaba todo aquello con los primeros aleluyas de la misa de la Vigilia Pascual.. se le otorga también a ella el regalo de un gozo de resurrección, inusitado y maravilloso. Se comprende que Dña. Mercede~ Salisachs haya concluido así su relato: "Cuando todo se acabó en aquella madrugada, mi regreso a la casa donde tenía hospedaje fue como andar sobre una nube..." * * * Si en el caso anterior podemos hablar de un sutilí– simo encontrarse con la mejor alegría pascual. en el 146
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