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marcha de las tres continuó como unos 25 ó 30 metros. Entonces se oyó a la niña: ¡Ah! ¿Que lo recoja? ¿Que me dices tú dónde está?". Las tres, sin cambiar de pos– tura, empezaron a andar hacia atrás hasta llegar al punto donde había caído el pequeño crucifijo'. Aquí Conchita, sin dejar de tener bien levantada la cabeza hacia arriba, empezó a agacharse, con el brazo ten– dido hacia abajo; y cuando su mano estaba aún como a medio metro del suelo, todos los que estábamos allí pudimos ver, estremecidos de emoción, cómo el crucifijo salía del barro y subía hasta la mano de la niña, la cual lo apretó con cariño y lo volvió a tener entre las manos sobre el pecho. "Tan pronto como acabó el éxtasis, yo me fui a mirar detenidamente las manos de Conchita y su cruci– fijo, y puedo afirmar -y estoy dispuesto a atestiguarlo donde sea- que .ni en las manos ni el crucifijo pude descubrir la menor huella de barro". * * * Se había esperado que el 18 de octubre trajera una luz definitiva sobre los extraños acontecimientos de Garabandal, o si se prefiere, que tal día vendría con la "solución" para aquel complicado enigma. que a muchos traía desconcertados con tantas cosas a favor y algunas 'otras en contra... Pero el 18 de octubre dejó las cosas cqmo estaban. si es que no las pus~, al menos para algunos, en una mayor confusión. ¿En qué iba a desembocar todo aquello? 115

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