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faltara. nada, se desencadenó una tormenta como no he visto. Los truenos retumbaban atronadores por aquellos valles y los relámpagos irrumpían en la noche sin cesar, cegándonos de luz. Ya no se oían, como a la subida, oraciones o cánticos.'.. ¡Cuánto invoqué a ·s. Miguel! "El último kilómetro para llegar a Cossío tuve que hacerlo descalza, sobre aquel lodazal pedregoso: se me rompieron los zapatos y tuve que tirarlos. Sin embargo, créase milagro o no, no sufrí el menor roce o herida en mis pies: se me quedaron tan intactos como si hubiese bajado sobre una alfombra. "Cuando a hora muy avanzada de la noche me encontré al fin en mi habitación de Santander, lloré desconsolada... Me parecía que Garabandal había ter– minado para siempre". Y concluye su relato: "'Todo lo de aquel día se me ha quedado profundamente grabado en la memoria, dándome la imagen de un día "de ilusión y de peniten– cia", quizá pálida imagen de lo que pueda ser el espe– rado día del Aviso. Todo en el ambiente parecía estar para probarnos y realmente fue una jornada de purifi– cación. Nunca cosa alguna me ha dado tanta impresión de temor de Dios como lo sucedido en aquel dfa". Sí, no cabe duda de que el 18 de octubre de 1961, tan largamente esperado, y que luego advino con Un signo tan distinto del que muchísimos se imaginaban, es uno de los momentos estelares del gran misterio de 107
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