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Quizá en nadie, en ninguna intimidad, sopló tan des– piadadamente este vendaval de decepción como en el P. Ramón Mª Andreu. Había sido favorecido allí .como pocos, y como pocos fue también allí probado. -"Me invadió de.golpe, brutalmente, una intensí– sima amargura interior. Me encontré de verdad per– dido en medio de la noche, en medio de una multitud de "sombras" que subían o bajaban...; con el alma agi– tada por un dolor tremendo, sumergido en una sensa– ción inaguantable de soledad, entendiendo de pronto el ridículo que representaba todo aquello... De todo aquello sólo me quedaba clara y evid•ente una cosa: la muerte de mi pobre hermano el P. Luis, hacía poco más de dos meses. "Creo que jamás;a io largo de mi vida, he conocido tal desolación. Sentí violentas ganas de marcharme cuanto antes ¡lejos!, a América. Y. me decía: ¿Qué haces tú aquí? Estas niñas no son más que unas pobres enfermas. Y todo ~sto, una triste comedia de aldeanos retrasados... Con la vista interrogaba al Cielo. Hubiese clamado para que se prod'ujese el gran milagro (que ciertamente las niñas no habían anunciado jamás para este 18 de octubre) .. pero nada pasaba, y mi decepción era total". Aquella misma noche, pasado ya .todo lo de la con– centración en los Pinos, el Padre andaba como a la deriva por algunas casas del pueblo; inesperadamente vienen a llamarle de parte de Loli, y ésta le declara todo lo que ha ocurrido en su interior, porque se lo ha dicho 105
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