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jó arrastrar al pecado. El rey se enamoró de Betsabé, mujer de Urías, capitán del ejército real. Para poder casarse libremente con ella, David mandó colocar a Urías en el puesto más peligroso de la batalla, con el fin de que fuera muerto por los soldados enemigos. Y así sucedió. Pero Dios le envió muy pronto al profeta Natán, que le dijo: En una ciudad había dos hombres : uno rico, con muchos ganados, y otro muy pobre, con una sola ovejita. En cierta ocasión, se presentó en la casa del hombre rico un huésped importante, y queriendo el rico obsequiar– le dignamente, en lugar de matar una de sus muchas ovejas, mandó matar la ovejita del pobre. David, al escuchar este relato, se encendió en cólera y exclamó aira– do: ¡ Vive el Sefíor! El hombre que tal cosa ,lzizo es digno de rnuerte. Y el profeta Natán le replicó: Bse hombre eres tú. Esto te dice Dios: Yo te he colmado de bienes, ¿por qué has hecho lo que era desagrada– ble a mis ojos? Y Natán le anunció al rey castigos terribles contra su casa, su familia y su reino: el primer hijo que nacería de Betsabé morirá, su hijo Absalón se rebelará contra él y grandes calamidades, guerras, pestes ... vendrán sobre el reino. David cayó de rodillas, arrepentido, y confesó: He pecado contra Dios (2 Sm., 12, 13). David confiesa su pecado ante el profeta Natán 88

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