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suyo, prestándole obediencia y sumisión. Así se convirtió David en rey de todo Israel. Era el primer paso para formar una gran nación. Al su– bir al trono, David se portó muy noblemente con toda la familia de Saúl. 2. Victorias sobre los enemigos de Israel. Y, en primer lugar, contra los filisteos, a los que derrotó en las mon– tañas cercanas a Jerusalén. No se contentó con esta primera victoria. Los persiguió y los sometió a su dominio, quedando toda la llanura costera bajo el poder de David. Emprendió después una guerra contra los ammonitas, pueblo situado más allá del Jordán, para castigarlos por una grave afrenta que habían hecho a los embajadores del rey. Una vez vencidos los ammonitas, sometió también a su dominio a los moabitas, a los edomitas (al sur de Palestina) y a los arameos (al norte de Transjordania, cuya capital era Damasco). Todo quedó bajo su con– trol, y los pueblos vencidos, en señal de sumisión, debían pagarle fuer– tes tributos. 3. Conquista de Jerusalén y traslación del a:rca. Jerusalén continuaba en poder de los yebuseos, una tribu cananea. David decidió conquistarla, para hacer de ella la capital de su reino, pues su situación era muy buena, encontrándose colocada entre las tribus del norte y las del sur. Pero Jerusalén estaba fuertemente defen– dida, rodeada de una muralla difícil de asaltar. Joab, el general de Da– vid, descubrió un canal subterráneo, que conducía el agua a la ciudad. Penetraron por él los soldados de David y lograron sorprender a los defensores y los vencieron. David construyó en Jerusalén un hermoso palacio real y fortificó más aún la ciudad. También pensó constmir un templo al Señor, que tanto le había favorecido en todos los momentos de su vida. Además, le pare– cía mal el que él, David, estuviera viviendo en un palacio y que Dios no tuviera una mor.acta digna. De este modo, Jerusalén se convirtió en la ciudad de David. Después, en medio de un gran concurso de pueblo y de grandes fiestas, David trasladó el arca de la alianza, desde Quiryat-Yearim hasta Jerusalén, colocándola en una hermosa tienda en el monte Sión, en es– pera de levantar un santuario digno del Señor de los ejércitos. David cantó y danzó en la procesión, delante del arca, manifestando así su alegría y su agradecimiento a Dios. A partir de este momento, Jerusa– lén se convierte en centro constante de peregrinación de los israelitas, en ciudad santa, como la llaman aún hoy los árabes. Dios la escogió como su morada especial. Todos los hijos de Israel sintieron siempre una predilección grande por Jerusalén. Rezaban a Dios por ella. Jesús 86
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