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Señor le ayudó sensiblemente en sus batallas contra los filisteos, los ammonitas y otros enemigos. Samuel era su consejero, que le anunciaba puntualmente la voluntad de Dios. Pero poco a poco el corazón de Saú.1 se fue apartando del bien, haciendo lo que era desagradable a los ojos del Señor. Y Dios lo rechazó y se buscó otro rey según su corazón: David. 3. David. Nació en Belén, de la tribu de Judá, y su padre se llamaba Jesé. Du– rante su niñez y juventud se dedicó a cuidar los rebaños de su casa por los alrededores de Belén. Un día, llegó a casa de Jesé el viejo profe- · ta Samuel. Le preguntó por los hijos y Jesé se los fue presentando. Cuando habían pasado delante del profeta los que estaban en casa, Sa– muel preguntó: ¿Es que no tienes más hijos? Jesé le contestó: Sí, que– da aún el más joven, que está cuidando el rebaño. Mdndale venir-dijo él profeta-pues no nos pondremos a la mesa hasta que él venga. Cuan– do llegó David, Samuel conoció por divina inspiración que era el esco– gido por Dios para suceder a Saúl como rey de Israel. Desde aquel mo– mento, el Espíritu de Dios llenó el corazón del joven rey, una vez que Samuel hubo derramado sobre la cabeza de David el aceite puro, en medio de la admiración de sus hermanos. Según una tradición conservada en el primer libro de Samuel, el joven David tocaba muy bien el arpa, y fue llevado a· 1a corte real, pues una gran tristeza se apoderaba de Saúl de tiempo en tiempo. Y David; pulsando el arpa, le devolvía la paz y la alegría de vivir. 4. Muerte del gigante Goliat. (1 Sm. 17). Lo que más popularidad le dio a David fue la victoria s0bre el gi– gante Goliat. Era éste un filisteo de gran estatura y en extremo valiente. En cierta ocasión, estando en guerra filisteos e israelitas, Goliat desafió a todo el ejército de Israel, diciendo: Escoged un hombre que pueda luchar contra mí. Si me vence en la batalla y me mata, entonces todos nosotros seremos vuestros esclavos; pero si venzo yo, entonces vosotros os convertiréis en esclavos nuestros. Al escuchar este desafío, el miedo se apoderó de los soldados de Saúl, pues nadie se atrevía a luchar con Goliat, a pesar de que el rey había prometido colmar de riquezas y dar su hija en matrimonio al guerrero que se atreviese con Goliat. En estas circunstancias, David llegó al campo de batalla, en el valle del Terebinto, al sur de Jerusalén. Al enterarse de lo que pasaba, se ofreció al rey: Que nadie tenga miedo. Tu siervo irá a luchar contra ese filisteo. El rey le contestó: No. Tú eres todavía un niño, y él es un gue- 81 6.-Relll!lón.-1. 0
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