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4. Helí y Samuel. La historia de Helí y Samuel se nos narra en el primer libro de Sa– muel. En este tiempo, el arca de la alianza se encontraba en el santua– rio nacional de Silo. Allí había sacerdotes, y entre ellos había uno llama– do Helí, que era jefe o sumo sacerdote, pero era, a la vez, juez. Tenía dos hijos que le ayudaban en el servicio del santuario, Jofní y Pinejás. Estos se comportaban muy mal, pues se apropiaban indebidamente las cosas que los fieles ofrecían a Dios. Estos pecados de los hijos de Helí desagradaban mucho al Señor, y todo el pueblo estaba descontento de su manera de obrar. Helí les amonestaba frecuentamente: No, hijos míos, los rumores que oigo d.e vosotros no son nada buenos. Si un hom– bre peca contra otro hombre, Dios será árbitro, pero si el hombre peca contra Dios, ¿quién intercederá por él? Pero ellos no hacían caso de los consejos de su anciano padre. Vivía también en el santuario de Silo el pequeño Samuel, hijo de Ana y Elcana, que lo habían consagrado para siempre al Señor, pues Dios se lo había dado en su vejez. Dios se complacía en el pequeño Samuel. Una noche, mientras dormía el niño, oyó por tres veces una voz que lo llamaba: Samuel, Samuel. Al saber que no era Helí el que así lo llama– ba, contestó: Hablad, Señor, que vuestro siervo escucha. Y Dios le re– v·eló los tremendos castigos que iba a enviar contra la casa de Helí. Cuan– do éste, a la mañana siguiente, se enteró, exclamó resignadamente: El es el Señor, que haga lo que sea agradable a sus ojos. Muy pronto, los filisteos invadieron las tierras de Israel, las devasta– ron, cogieron el arca de la alianza y en la batalla murieron los dos hijos de Helí. Cuando el anciano padre se enteró, cayó desmayado sobre una piedra y se desnucó, muriendo en el acto. Había gobernado a Israel du– rante 40 años. Samuel había crecido y el Espíritu del Señor estaba en él. Al ver que su pueblo estaba bajo la opresión de los filisteos porque se había aparta– do del verdadero Dios, mandó desterrar todos los falsos dioses y todos los ídolos, y que sólo se diese culto al Dios de Is,rael. Así se hizo, y Dios volvió a librar a Israel de la mano de los 'enemigos. Sarnuel ejerció la justicia en Israel durante los días de su vida. Es una de las figuras más interesantes del Antiguo Testamento: libertador, juez, profeta e instau– rador de la monarquía, dando así unidad a todas las tribus.

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