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Entre los Jueces tenemos una mujer extraordinaria, Débora. Fue, a Ja vez, profetisa y libertadora ,de su pueblo. La Biblia nos conserva de ella un canto hermosísimo y uno de los más antiguos de la poesía israe– lita (Jue. 5). Los otros· Jueces más famosos son: Gedeón, Sansón, Helí y Samuel. No todos sobresalen por su virtud. Así, por ejemplo, en la vi• da de Sansón encontramos cosas poco recomendables. Con todo, Dios se quiso servir de él para castigar duramente a los enemigos de Israel, los filisteos. l. Gedeón (Jue. 6-8). Israel se había apartado del verdadero Dios y daba culto a Baal, dios de los cananeos. Entonces Dios permitió que los madianitas, un P!,leblo de más allá del Jordán, castigaran duramente a los hijos de Is– rael. Cada año, al tiempo de la cosecha, cuando las mieses estaban ma– duras, los madianitas invadían las tierras de Israel y acababan con todo. El pueblo israelita, arrepentido, se volvió a Dios. Y el Señor 1o escÚchó. Un día, mientras Gedeón trillaba ocultamente el trigo en el lagar, se le aparece el ángel del Señor y le confía la misión de liberar a Israel del yugo de los madianitas, prometiéndole para ello la ayuda divina. Gedeón ofrece un sacrincio a Dios y destruye los altares dedicados a Baal. Cuando los madianitas invadieron Israel y se establecieron en la fértil llanura de Esdrelón, Gedeón convocó a los guerreros de su tribu, Manasés, y envió emisarios a las tribus vecinas de Aser, Zabulón y Neftalí. Se reunió un ejército de unos 32.000 guerreros. Pero Dios, para mani• festar que la victoria era .:::ibra de su gracia, mandó reducir el ejército. Primero se retiraron 22.000, por miedo. Los 10.000 restantes fueron so– metidos a una prueba: Debían beber todos en la fuente de Harod; los que para beber se inclinaran, poniendo la rodilla en tierra, serían des– echados, quedando únicamente los que se habían limitado a llevar con la mano el agua a la boca, que fueron unos 300. Gedeón los armó de cántaros, antorchas y trompetas. Y, a media noche, cayeron repentina– mente sobre el campamento madianita, rompieron sus cántaros, encen– dieron las antorchas e hicieron sonar fuertemente sus trompetas. Los madianitas fueron presa de un pánico grande y huyeron en completo desorden, dándose muerte unos a otros. Los israelitas los persiguieron hasta más allá del Jordán. Desde aquel momento, Madián no volvió a molestar a Israel. Y hubo paz durante cuarenta años. 73
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