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contra Dios y pecaron. En aquel mismo momento fueron expulsados del paraíso y cayeron para siempre en el infierno. Son los ángeles malos, Ios demonios, que intentan por todos los medios apartar al hombre del ca– mino del bien y de la salvación, para llevado con ellos al infierno. Los ángeles buenos. Si fueron muchos los que pecaron, fueron muchos más los que permanecieron fieles a Dios; son los ángeles buenos, que es– tán siempre en fa presencia de Dios, en constante alabanza. Tienen tam– bién una misión muy hermosa: custodiar los hombres, las naciones y, sobre todo, la Iglesia santa de Dios. Cada uno de nosotros tiene su ángel custodio, a quien debemos amar y honrar, no haciendo nada que sea desagradable a sus ojos. 2. Pecado de nuestros primeros padres. (Gén. 3, 1•7). Dios, al crear al hombre, lo colocó en un estado de total felicidad: hijo y amigo de Dios por la gracia, no debería conocer ni el dolor ni la muerte. La Biblia nos describe la felicidad de nuestros primeros pa– dres por medio de una hermosa imagen: Dios coloca a Adán y a Eva en un jardín lleno de delicias, con abundancia de aguas y donde hay toda clase de árboles y plantas. Adán conversa y pasea familiarmente con Dios, pone nombre a tocj.as las cosas. Pero la felicidad de Adán y Eva, de los primeros padres, duró poco. El hombre era libre, y Dios le había impuesto su ley, sus mandamientos, simbolizados en este mandato: De todos los árboles del paraíso puedes

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