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A su muerte, el inmenso imperio quedó dividido entre sus genera– les. Palestina, y con ello Judea, pasó a depender de Egipto, que tocó en suerte al general griego Ptolomeo. Así estuvo durante más de un siglo. El año 198 las tropas egipcias de los Ptolomeos fueron totalmente derrotadas en Banias, en las cercanías de las fuentes del río Jordán. El vencedor era Antíoco III el Grande, descendiente de Seleuco, uno de los generales de Alejandro, que se había quedado con Siria, Mesopo– tamia y Persia, fundando la dinastía de los ?eléucidas. Después de la derrota egipcia, Palestina, y consecuentemente la pequeña comunidad judía, entra a formar parte del dominio seléucida. El hecho más importante de este período es la penetración de la cultura y de las maneras de vivir griegas en toda Asia, y también en Palestina. Literatura, arte, religión, costumbres y deportes griegos ejer– cían un encanto grandísimo sobre todos los pueblos de Oriente. Para los judíos constituyó una gran tentación. Tentación a la que muchos no supieron resistir. Otro$ muchos, sin .embargo, lucharon valientemente por conservar las tradiciones religiosas y morales de los antepasados. 2. La persecución de Antioco Epífanes. Bajo la dominación de la dinastía griega de los Seléucidas, la pene– tración del esp'ritu y de las costumbres paganas se hizo mucho más peligrosa. Todo ello dio origen a una persecución religiosa, que tuvo lugar bajo el reinado de Ant oco IV Epífanes (175-163). Este príncipe ambicioso quiso dar unidad de cultura y religión a todo su reino, y no quiso reconocer los privilegios de que venían gozando los judíos desde los tiempos de Ciro. Se presentó en Jerusalén, depuso al Sumo Sacer– dote Onías y colocó en su lugar a un tal Jasón, que era partidario del modo de obrar de Ant oca. Ordenó también la construcción de un gran gimnasio, donde se educara a los jóvenes según los gustos de la cultu– ra pagana griega, introduciendo toda clase de juegos y espectáculos. Los judíos piadosos, fieles a la Ley, se opusieron decididamente. De vuelta de una campaña en Egipto, donde había sido derrotado, Antíoco pasa de nuevo por Jerusalén, profana el Templo con la matanza de mu– chos judíos, que se habían refugiado allí; entra en el Santo de los San– tos y roba todos los tesoros. Para colmo, un poco más tarde, mand.ó colocar en el Templo santo de Dios la estatua de Júpiter Olfmpico, dios de los griegos. Prohibió la lectura de la Ley, la celebración del sábado y la circuncisión. Se trataba de una verdadera persecución religiosa, que tenía como finalidad acabar con la verdadera religión judía, la religión que Dios había revelado a los patriarcas y a los profetas. 126

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