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tarde, en el comercio. De hecho, muchos judíos se abrieron camino en Babilonia y se hicieron muy ricos. El dolor y el recuerdo de Jerusalén y del Templo despertaban la fe dormida de muchos. Y comenzaron a tener reuniones todos los sábados, con el fin de hacer sus rezos en común, recordar la historia sagrada y pedir a Dios la pronta liberación y el retorno a Palestina. Estas reunio– nes de los sábados dieron origen al culto de las Sinagogas, lugares sagra– dos en los que se reúnen los judíos todos los sábados para leer la Biblia y rezar. Mucho más tarde, cuando los judíos fueron esparcidos por todo el mundo por los ejércitos romanos (año 70 d. de Cristo), continuaron fie– les a estas reuniones. Y a ,ellas se debe, sin duda, el que los judíos no ha– yan desaparecido como pueblo, a pesar de las grandes persecuciones que han padecido a lo largo -de la historia. l. El profeta Ezequiel. Entre los deportados a Babilonia estaba el profeta Ezequiel. Al igual que Jerem:as, también Ezequiel pertenecía a la clase sacerdotal de Jerusalén. Estando en Babilonia, sintió la voz de Dios que le mandaba anunciar su voluntad y sus planes a los desterrados: Yo te he consti– tuido-le dijo Dios-centinela en lLJ. casa de Israel. Tan pronto como oigas una palabra de mi boca, corre a comunicársela (Ez. 3, 17). Eze– quiel es un profeta un poco extraño : sus discursos están llenos de sím– bolos, figuras y expresiones raras, difíciles de comprender. A las veces, sus palabras van acompañadas de acciones misteriosas. Ezequiel enseñó a los desterrados que Dios no estaba ligado a un lugar determinado, al Templo.de Jerusalén, sino que había acompañado a su pueblo al destierro. Este, el destierro, no debía ser considerado sólo como castigo; era más bien manifestación del poder absoluto de Dios sobre todos los pueblos y medio para que Israel aprendiese a conocer a Dios y a servirle fielmente. Entre sus visiones, hay una muy hermosa: Dios I,e hizo contemplar un valle lleno de huesos completamente secos. De repente vio cómo aquellos huesos se movían, se unían, cómo volvía a florecer en ellos la carne joven, brotaban los nervios y comenzaban a vivir, gracias al Espíritu de Dios que soplaba sobre ellos. Esta visión de los huesos secos simboliza la restauración del pueblo de Israel; al igual que aquellos huesos, también un día los hijos de Israel se volverán a reunir y a vivir su vida. Al anunciar los tiempos mesiánicos, Ezequiel nos describe al Mesías como buen pastor: En aquel d a... yo suscitaré, entre ellos (los hijos de Israel) un solo pastor que los apaciente, mi siervo David; él los apa– centará y les servirá de pastor... y pacte:,ré con ellos alianza de paz (Ez.
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