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fianza en Dios y no en las fuerzas de los hombres. Y Dios le ayudó sen– siblemente. Los ejércitos de Senaquerib, rey de Asiria, habían invadido toda Palestina y tenían puesto sitio a Jerusalén. La situación de los jero– solimitanos parecía desesperada. Nadie podría resistir a la fuerza inmensa de1 rey de Asiria. Ezequías acudió conrfiado a Dios. Y el Señor enrvió su ángel, que en una noche hizo perecer -mi,les de asirios. Ante este hecho y ante las malas noticias que le l,legaban de Nínive, capitail de Asiria, Senaquer1b se decidió a levantar el sitio de Jerusalén y volver a As,iria. A petición de Isaías, Dios prolongó quince años la vida del santo rey Ezequías. Josías (640-609). Durante su reinado tuvo lugar un hecho muy im– portante: el descubrimiento deUibro de la Ley en el TemP'lo, que a 1 1'guien había escondido allí por miedo a que lo destruyeran los reyes impíos que habían precedido a Josías. Josías hizo leer solemnemente, ante todo el pueblo reunido, el libro sagrado de la Ley, y decidió poner en práctica cuanto ·en él se deaía. Esto dio origen a la gran reforma religiosa de Jo– sías: el Templo, el culito, los sacerdotes, los levitas... , todo fue purificado. Al igual que Ezequías, hizo también desaparecer todos los restos de culto idolátrico. La reforma la extendió a todo su reino. Josías murió en la ciudad de Meguido, al querer cortar el paso a los ejércitos de Necao, Faraón de Egipto. 2. Los prof~tas de Judá. En el siglo VIII se produjo una gran desorientación religiosa. Por una parte, muchos· judíos se dejaron influenciar por las religiones .extran– jeras y, por otra, la fe en Yahvé, el Dios de Israel, y en sus promesas ,estaba en peligro. ¿No había r•enovado Dios su Alianza con David, eli– giendo a Jerusalén como su morada permanente y prometiendo estabi– lidad y duración sin fin a la dinastía davídica? Pero los acontecimientos parecían demostrar lo contrario: El reino de Israel había sido destrui– do (721), y el reino de Judá se veía continu~mente amenazado y some– tido a las grandes potencias extranjeras: Egipto y Asiria. ¿Fallarían las promesas de Dios? Muchos así lo creyeron. Para mantener y orientar bien a su pueblo cj.e Judá, Dios suscitó aho– ra, en estos momentos difíciles, grandes profetas: Isaías, Miqueas, Je– remfas. 107

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