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Cuando se secó el torrente, Elías se marchó a Sarepta, en Fenicia, a casa de una viuda pobre y desconsolada, a la que resucitó el hijo. Pa– sados tres años de sequía, 'se presentó de nuevo ante Ajab y le propuso este desafío: Que el pueblo se reúna en el monte Catmelo y que vayan también los 450 sacerdotes de Baal. Que se lleven dos novillos. Uno lo sacrificarán los sacerdotes de Baal y lo pondrán sobre su altar, el otro lo sacrificaré yo. Cada uno invocará a su Dios: ellos a Baal, yo al Dios de Israel. El Dios que haga caer fuego sobre el sacrificio, ese será el ver– dadero Dios y al que todos deberán seguir y obedecer. Así se hizo. Una vez reunidos todos en el monte Carmelo y colocado cada sacrificio en su altar, comenzaron los sacerdotes de Baal a gritar fuertemente: Baal, óyenos; Baal, óyenos. Pero el fuego no bajaba. Elías les decía con sorna: ¡ Gritad más; tal vez vu.~stro dw.s esté durmiendo! Pero por más que gritaban, el fuego no aparecía. Entonces Elías, reunie'n– do a todo el pueblo en torno a su altar, después de rociar con agua la leña y la víctima, oró: Yahvé, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, que todo el mundo conozca hoy que tú eres el verdadero y único Dios en Israel. Un fuego abrasador descendió inmediatamente del cielo y quemó ~a víctima y la leña. A la vista de este mHagro, todo el pueblo reconoció que Yahvé era él único y verdadero Dios. ·· Elías ordenó matar a todos los saceFdotes de Baal, arrojándolos al torrente Quisón. Después subió a la cima del monte Carmelo, se pos– tró en tierra y suplicó al Señor y, he aquí que muy pronto una nube– cilla comenzó a subir del mar y cubrió todo el cielo, y la lluvia volvió a caer abundante sobre la tierra. Pero Jezabel, la esposa del rey, al co– nocer la muerte de los sacerdotes de Baal, decidió dar muerte a Elías, y éste tuvo que huir lejos, muy lejos, hasta el monte Sinaí. El sacrificio de los sacerdotes de Baal y de Elías sobre el monte Carmelo 102

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