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a. de Cr.) David y Salomón habfan logrado levantar un reino grande, po– deroso y rico. Jerusalén ocupaba el centro religioso y político. El Templo de Dios atraía hacia sí a todos los israí'!litas. Desde él, Dios quería reinar sobre Israel, y los reyes deberían ser como repre– sentantes suyos, trabajando para que el pueblo se mantuviera fiel a la alianza del Sinaí y a la Ley del Señor. Este plan hermoso se vino abajo, en parte, a la muerte de Salomón. Pues el reino se dividió en dos: reino del Norte, llama– do reino de Israel, y reino del Sur, llamado comúnmente reino de Judá. Este tenía su capital en Jerusalén. La división tuvo consecuencias muy importantes. La principal fue que el reino del Norte se apartó poco a poco del culto al ver– dadero Dios, y el pueblo cayó en la idolatría, culto de falsos dio– ses. El hecho religioso más interesante de esta época es la exis– tencia de grandes profetas: Elías, Eliseo, Amós, Oseas, Isaías, Mi– queas, Jeremías etc, Ellos mantuvieron la fe y las esperanzas me– siánicas. 1. Cisma de las tribus. (1 Re. 12). Ya en los últimos años del reinado de Salomón las tribus del Norte habían manifestado su descontento. Pues los tributos que pesaban so– bre ellas eran muchos. Al morir Salomón y sucederle su hijo Roboam, las tribus del Norte, reunidas en Siquem, le pidieron que redujese los tributos. Pero Roboam, dando oídos a consejeros demasiado jóvenes, y desoyendo el consejo de los Ancianos, no les hizo caso e, incluso, les prometió que se los aumentaría: Mi padre-dijo-os impuso una carga muy pesada, yo os la aumentaré más todavía. Estas palabras produjeron gran descontento Y las tribus del Norte se rebelaron contra Roboarn y eligieron rey a Jeroboam, que había sido 96

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