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7 .-Alimento de la vida nueva La obra salvadora de Dios se hace sensible de modo especial en la Eucaristía: Es un intercambio amoroso entre Dios y su pueblo. - El Padre nos entrega a su Hijo; - la comunidad le recibe y lo presenta a su vez al Padre por ministerio del sacerdote; - de nuevo la hostia consagrada, Cristo víctima del sacrificio, se da a los fieles en la comunión . Dijo Jesús: «Yo soy el pan vivo bajado del cielo; si alguno come de este pan v ivirá para siempre, y el pan que yo le daré es mi carne, vida del mundo» (Jn 6, 51 ). La nueva v ida sobrenat ural, que Jesús trajo al mundo, se nutre y sustenta por el alimento sacramental de la Eucaristía. La celebración eucarística es un intercambio de amor entre Dios y su pueblo. Sólo es perfecto este intercambio para los fieles que participan en la misa comulgando en ella, alimen– tándose sacramentalmente del Cuerpo del Señor. 8.-Presencia sacramental de Cristo El pan y vino que se emplean en la celebración de la Misa se con– vierten en el Cuerpo y Sangre del Señor. Jesucristo se hace sacramentalmente presente en toda su realidad, de modo que ya no es sustancia de pan y vino lo que aparece en el altar, sino el m ismo Cristo bajo las especies o apariencias de pan y vino. Las especies sacramentales quedan destinadas a la comu– nión de los fieles en el Cuerpo del Señor. La Iglesia las conserva después de la Misa para poder llevar la comunión a los enfermos y para que los fieles puedan adorar también fuera de la Misa el sacramento del Cuerpo del Señor. La Eucaristía en el Sagrario es la prolongación del sacrificio del Señor, que se hace presente en los signos de pan y vino. Y es también presencia particularmente intensa de Jesús en la Iglesia . No sólo está presente por su Espíritu y por su gracia. Lo está, sobre todo, por la realidad sacramental de su Cuerpo. 89
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