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a la primera. Hay que pensar en ello una y otra vez; y siempre se admir2 uno más. Sobre todo, si hay un gran maestro que lo explique. Lo que es Jesucristo y su doctrina no se valora nunca lo suficiente. Tenemos que considerarlo siempre de nuevo para maravillarnos más cada vez. Para esta consideración siempre nueva que nos hace avanzar sin cesar en el conocimiento de las acciones y las palabras del Señor, tenemos la ayuda iluminadora del Espíritu Santo. Jesús lo prometió: «El abogado , el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ese os lo enseñará todo y os traerá a la memoria todo lo que yo os he dicho» (Jn 14, 26) . La Iglesia lo ha experimentado en toda su historia. El Espíritu Santo la ha movido a interpretar y explicar en todos los tiempos las palabras del Señor. Es lo que han hecho el Papa y los obispos, especialmente cuando se han reunido en concilio. Es lo que han hecho los teólogos y maestros de la Iglesia. Es In que han hecho los f ieles cristianos que escuchan la Palabra de Dios y la entienden. Todos son iluminados por el Espíritu Santo. 7 .-Testigos de Cristo «Quien recibe el testimonio (de Dios) pone su sello atesti . guando que Dios es veraz» (Jn 3, 33). El testimonio de Dios en Cristo lo hemos recibido todos los cris– tianos. Dondequiera que vivamos estamos obligados a manifestar con el ejemplo de la vida y el testimonio de la palabra. - el hombre nuevo de que nos revestimos por el bautismo; - la virtud del Espíritu Santo, por quien hemos sido forta- lecidos en la confirmación. La finalidad de este testimonio es que los hombres, al contemplar las buenas obras de los cristianos: - glorifiquen al Padre celestial y - perciban mejor el sentido de la vida humana, y la caridad y amor que ha de unir a todos los hombres. 77
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