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!ación a su plenitud y establece el pacto nuevo, el Nuevo Testamento en su sangre. Cristo convocó un pueblo de entre los judíos y los gentiles, que se condensara en unidad no según la carne, sino en el Espíritu, y cons– tituyera un nuevo pueblo de Dios. (Conc. Vaticano 11. Const. sobre la Iglesia , n. 9). 4.-la Iglesia, signo de Cristo La palabra de Dios en Cristo no se perdió en el tiempo con la desaparición física del Señor. El Señor Jesús envió a sus discípulos como El había sido enviado por el Padre: no sólo sus labios pronunciarían las mismas palabras, sino que representarían al mismo Señor. La congregación de los fieles tiene con el Señor un vínculo espi– ritual tan estrecho, que forma nada menos que el Cuerpo del Señor. La Iglesia no vive por sí misma; es Cristo quien vive en ella . En la comunidad, templo donde habita el Espíritu de Cristo, es donde los hombres se encuentran realmente con el Señor. Al grupo de los suyos les prometió: «He aquí que estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos.» (Mt 28, 20.) Es, pues, en su Iglesia donde se prolonga la presencia y acción salvadora de Jesús. Todos los hombres, llamados a encontrarnos con Dios en Cristo, nos en::ontramos con Cristo en la Iglesia. Cristo, hombre de carne y hueso, nos hace sensible el misterio salvador de Dios, es el sacramento o signo de Dios. La Iglesia, al prolongar en el tiempo la presencia de Cristo, nos lo hace sensible en su acción santificadora. Es el sacramento o signo de Cristo. 5.-Los sacramentos de la Iglesia La Iglesia, predicando el Evangelio, enseña a los hombres dónde está la salvación . 26 Y cuando los hombres aceptan al Salvador, que la Iglesia predica, ésta les comunica la salvación y gracia de Jesucristo. Para ello emplea ritos -con palabras y acciones- que no sola– mente sign ifica n, sino que rea lizan en el hombre la gracia de la salvación .

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