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2. El Pueblo de Dios 1.-La fe en Jesús nos ·hace un pueblo nuevo Cuando un grupo de hombres se reúnen movidos por un ideal y se ponen a act uar j untos, forman una soc iedad especia l. Puede trat arse desde sociedad política hast a club o peña entu– siasta de una fi gura determinada del arte o del deporte. Los cr.ist ianos, al vivir la fe en J esús, formamos en torn o a El un pueblo nuevo. Jesús, nuestro hermano mayor, nos reúne en una familia en la que Dios, Padre de Jesucristo, es Padre de todos nosotros. Y el Espíritu divino, al infundirse en nuestra alma , nos da la gracia y el entusiasmo por las cosas del Señor. 2.-La Liturgia, asamblea del Pueblo de Dios La vida de los hijos de Dios se mezcla frecuentemente con la vida de los que no creen en Cristo y están apartados de la vida de familia con el Señor. Pero cuando los hombres se congregan para participar en el misterio de culto de la Iglesia, especialmente en la Eucaristía, el Espíritu de Dios anima sensiblemente la reunión. Las intenciones de todos se dirigen al mismo fin: Glorificar al Padre por Cristo. En esas reuniones experimentamos los cristianos la fraternidad en la misma fe y la misma esperanza, animados por el mismo amor. Por eso, la asamblea del pueblo de Dios en este mundo se verifica principalmente, en la reunión para celebrar los misterios sagrados. En ella se hace presente el Señor de modo espiritual más intenso: «Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, estoy yo en medio de ellos» (Mt 18, 20). Y por la celebración de la Eucaristía se hace presente el Salvador de modo sacramental. 24 El pan se convierte en su cuerpo y el cáliz de bendición se llena de su sangre, de la alianza nueva y eterna.
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