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En la roca de una el evada montaña a cuyos pies hay una aldea solitaria, el viento y la lluvia habían ido cincelando con el correr del tiempo una figura muy parec ida al rostro de un hombre. Su mirada se extendía sobre la comarca y causaba un efecto grandioso por sus colosales dimensiones y la sublimidad de su expresión. Era voz común por la pequeña aldea que un día había de veni r un hombre maravillosamente bueno, que se parecería en todos los rasgos de su semblante a aquella figura de la roca. Sería entre ellos mismos donde ejercitaría sus virtudes y haría un bien inolvidable. Había un niño pequeño que,lo mismo que todas gentes de la aldea, había oído la maravillosa historia. Pero a él le había causado una im– presión tan viva en su corazón, que no podía menos de estar pensando siempre en ella. Sus ojos se dirigían sin cesar a aquel gran rostro la– brado en la piedra. Con frecuencia se hallaba el niño en pie, bajo el dintel de su puerta, y con su dedito entre los labios contemplaba aquel coloso imponente de lo alto del monte. Le maravillaba cuán distinto era de todas las personas que vivían en derredor suyo. A menudo se detenía un momento en sus ocupaciones y su alma volaba en torno a los misterios de aquellas hermosas promesas de la leyenda. ¿Cuáles serían las acciones buenas que haría aquel hombre maravilloso? ¿Qué tesoros se derramarían de sus manos? Y cada día que pasaba iba sintiendo más amo r por aquel rostro pétreo. Y comenzó a asemejarse cada vez más a él sin darse cuenta de ello. Y eso durante muchos años. Hasta que por fin llegó a la edad adulta. Y un día, al pasa r por la plaza del pueblo, sus am igos y sus vecinos quedaron asombrados al mirarle. Pues vieron que aquel hombre, del que hablaba la vieja leyenda, se encontraba ya en medio de ellos . Esta pequeña historia es el símbolo de lo que acontece en el cristiano que se familiariza con el Evancelio, considerando con amor la figura de Cristo. Casi sin proponérselo, se va haciendo en todo su ser y en todo su obrar cada vez más semejante a El, cristiforme. APLICACION A LA VIDA 22 Una reflexión: Dios me llama a un servicio de amor, para El y para los demás. Tengo que pensar en el modo de corresponderle. Un propósito: Leeré la Biblia y escucharé la expl icaci ón de la doctrina de Cristo, procurando descubrir la llamada que Dios me d irige a mí personalmente.

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